Primero casi ni voy porque el inge con el que iba llegó hasta la última llamada del pullman que nos llevaría al DF para volar a Monterrey, pero en fin pudimos abordar el camión y llegar al aeropuerto capitalino, que está bastante grande así que caminé y caminé con maleta, mochila, bolsa y chompa.
Registramos maletas, subimos al avión y aunque nunca había viajado en uno, se me hizo de lo más relajado, las pequeñas turbulencias que se sintieron parecían baches de la carretera Minatitlán-Cosoleacaque. Así que el viaje estuvo bien.
Llegando a Monterrey desayunamos unas hamburguesas y perdimos el tiempo para transladarnos a la empresa a la que íbamos. Por primera vez me sentí ingeniera, me puse mi casaca del instituto, pantalones y botas. La ropa me quedaba súper grande, porque al parecer existe la concepción de que todo ingeniero tiene sobrepeso, la chompa más chica que había era la 38, que me quedaba como vestido, casi a la rodilla me llegaba y del ancho ni se diga. Pero en fin, así me vestí, muy ingeniero yo. Y que nos lanzamos a la empresa -qué caros están los taxis del aeropuerto, por menos de 30 min, fueron 250 pesos-. El taxista se perdió -no se supone que es un experto de la ciudad, digo, por algo cobra tanto- pero a fin llegamos y hacía un calor de los mil diablos. Memo: no volver a ponerme una camiseta de manga larga abajo de una chompa industrial.
La chamba estuvo ligera, se quitaron los sensores, más se tardó en hacer la estrategia que en desmontar los chunches esos.
Nos llevaron al hotel que quedaba en una especie de zona de tolerancia, porque estaba rodeado de teibols y antros de mala muerte, pero estaba lindo y cómodo, así que no tengo mucho de qué quejarme en ese aspecto.
El inge andaba medio muerto, así que no salió de su habitación para nada, y yo me fui con un amigo a conocer, fuimos a los alrededores del Tec, al centro, al paseo -qué padre está, la puritita verdá- al parque fundidora, caminé caminé hasta estar a punto de desfallecer y cuando ya no había más que caminar y mis pies estaban a punto de desaparecer, regresamos al hotel y mi amigo se fue a su casa.
Al día siguiente, temprano a desayunar y de ahí al aeropuerto, el vuelo salía a las 10:25; a documentar y tomar algo. Compré kilos de glorias y cuando estaba en un stan de carne seca -no puedo descifrar porqué está tan pinche cara- que nos encontramos de frente a todo el equipo del Toluca que habían jugado la noche anterior, pero como no sé quién es cada quién pues no les pedí autógrafo ni nada de eso y sí comprobé que la tele aumenta unos kilitos, porque se ven medio escualidones.
Pues bien, que dio la hora de abordar el avión y la muy tonta de mí, después de estar una hora esperando, no documentó la mochila donde llevaba herramientas y ya en la revisión que me retachan y que pierdo el avión y me tuve que quedar esperando el siguiente que salía hasta las 2:55 (lágrima). Me compré un libro y me dediqué a leer y a ver gente. Finalmente pasaron las horas y horas, tomé el avión, después el pullman y llegué finalmente a casita, agotada, pero feliz de la experiencia y con kilos y kilos de glorias que disfrutaré mucho.