Después de unas semanitas de estar flojeando en espera de que saliera unas cosas para poder trabajar como dios manda, por fin el viernes fue el día indicado para chutarme una laaaaaaaaaarga jornada de trabajo.
El viernes llegué súper temprano al Instituto, pues me esperaban más de 9 horas de pruebas en una cámara térmica. Tenía que evaluar el comportamiento de un transmisor con respecto a frecuencia y temperatura y como el dichoso aparatito no puede subir en un dos por tres a 50 ºC, por eso era tan larga mi jornada de trabajo.
Así que me madrugué a las 7:30 de la mañana, me arreglé rapidito, tomé un yakult del refrigerador y me lancé al instituto y llegué ni un minuto más ni un minuto menos de las 9 de la mañana. Oh por dios!!
Prendí la compu, rayé mi cuaderno con los datos que necesitaba, busqué las instrucciones que el día anterior había anotado en mi libreta para prender la cámara térmica, releí el procedimiento de pruebas que días antes había redactado, programé la cámara a 25º, esperé 30 minutos a que se calentara, la volvía a programar a 0º, esperé 1 hora y 30 minutos, realicé mediciones, volví a programarla para que subiera a 50º en 6 horas, esperé 6 horas 30 minutos, realicé mediciones y...
Justo cuando estaba realizando la prueba de la última frecuencia y veía que los resultados como que sí cumplían pero no exactamente a la previsto, que llega un compañero y dice que a lo mejor la punta del osciloscopio estaba chafeando y por eso no se veían buenos datos... putísima santa madre!
Después de estar más de 8 horas esperando como pendeja aplicada para realizar mis mediciones, que nomás no servía todo lo que había hecho ese día, porque los resultados no eran fiables por la bendita punta.
Ese día fue perdido totalmente... y luego me pregunto... ¿por qué no me gusta trabajar? Después de esto... creo que ya he encontrado la respuesta.
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