martes, junio 26, 2007

El gato volador… parte II

Quién iba a decir que a pesar de que no me laten muchos los gatos, iban a estar tan involucrados en mi vida. La primera que hicieron los mininos fue relatada en el post de El gato volador, unas semanas atrás. Ahora resulta que estos felinos regresan para hacer de las suyas.

Pero pos bueno, mejor paso a relatar lo transcendido la semana pasada. Resulta que como mi cuñis cuñis con la que comparto el depa iba a salir de viaje de trabajo y su amiguis amiguis Alberto también se iba de la ciudad. Bueno a ver, ya me medio perdí. Puntualizando, el amiguis amiguis vive solo en un depa y tiene como única compañía un gato siamés al que denominó “Diyín” o algo así... sólo he escuchado su nombre y así me suena. Como el sujeto en cuestión no es de muy buen genio que digamos y la simpatía y él no son uno mismo, pues no tenía a quién dejarle cuidando el animalito.

Personalmente los gatos y yo como que no hacemos muchas migas que digamos y nomás no son lo mío, y a sabiendas que tampoco el dueño del micifuz no es mucho de mi agrado, pues nada tonto el sujeto –puede que sea delicado, pero no tonto- que se lo enjareta a mi cuñis para que ella me lo enjarete a mí. En fin, que como que no queriendo la cosa, acepté darle asilo al gatito.

Siguiendo con las puntualizaciones, supuestamente el minino no iba a dar mucha lata, porque lo acababan de operar, pues aunque no lo pueda creer, el tonto animal se tiró de un quinto piso y una vez más se comprobó que los gatos no caen parados, sino que fracturados de la columna, cuando menos.

Así que a sabiendas que era imposible que el gato se moviera con facilidad, lo dejamos en un patiecito cerrado pero no techado. Y así estuvo un día, dos días, tres días, pero justamente cuando su dueño regresaba de viaje y lo fue a buscar a la casa, el cochino animal no apareció por ningún lado.

O sea, cómo es posible si siempre estuvo encerrado, con la puerta cerrada, que justo cuando llegaron por él se esfumó... Revisamos toda la casa y el patio de Doña G –remitirse a la primera anécdota de felinos, si no saben quién es- y ni rastros de Diyín...

Sobra decir que Alberto lo tomó como mucha naturalidad” <--
sarcasmo, obviamente. A gritos desgarrados intentó encontrar a Diyín, pero nel... quién sabe dónde se había metido. Y pues ya, todos medio tristones porque el amiguis amiguis le tenía mucho aprecio al gatito, pero pues tampoco íbamos a llamar a la Policía ni a los rescatistas para que lo encontraran, así que ya nos habíamos hecho a la idea.

Corte a.... dos noches después Doña G nos llama desesperada diciéndonos que por el vecindario estaba un gato de color cafecito y que bajamos y efectivamente era Diyín, que había regresado por comida seguramente. Rápido llamamos a Beto, quien hizo como 10 minutos cuando normalmente se tardaría como media hora en llegar, y casi casi con lágrimas en los ojos, a punto del soponcio, pudo recuperar a su amado lindo Diyín, que había cambiado la comodidad de la casa por un poco de aventura.

Todavía queda dudoso cómo pudo escapar si moverse mucho no podía y para salir de la casa tuvo que ser por el techo... tal vez no está tan delicado como pensábamos, pero bueno, el punto es que Diyín y Alberto se quieren y se adoran y que yo ya no me voy a sentir culpable por que el gato se extravió.

Memo: Nunca volver a aceptar cuidar ningún tipo de animales... nomás ellos y yo no somos uno mismo.
Pd. Ya sé tachar palabras. Yeee!!

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