Fuerzas malévolas y corruptas han impedido que escribiera –supongo que la flojera el trabajo tiene una fortaleza extrema- pero en fin, un poco atrasadilla, pero he aquí el relato de mi aventura del fin de semana pasado:
Todo comenzó cierto día soleado en que un buen muchacho llamado Paquito –y no, no tiene mochila azul- nos invitó a una comilona el domingo en San Juan del Río, Qro. Y para ello primero pasaríamos al “defectuoso” y pos como “a la gorra, ni quien le corra”, toda la banda nos dispusimos a invadir un poco más el capitalino lugar. Para empezar fue una travesía porque la salida asegún era a las 9... venimos tomando el camión a la 1:30 de la tarde (memo: no confiar cuando después de una noche de copas dicen que llegarán temprano). En fin, dos horas y media y 23 pesos después, llegamos a la capi, donde tardamos un buen en ponernos de acuerdo cuál era la estrategia a seguir, después del bla bla bla y gru gru gru de la panza, decidimos dar una vuelta por el zócalo y después ir a comer algo.
Pos bueno, después de la travesía que implica cruzar el “defe” por metro, llegamos a lo que se suponía era un bonito paisaje y un buen lugar para tomar fotos. Pero ¡oh mi dios!, ¡oh maría purísima!, ¡oh, todos los ancárgeles!, qué fue lo que nuestros queridos ojitos vieron: un megadesfile multitudinario de jotos y lesbianas. A nadie se le ocurrió informarse que era el día de “gay proud” o algo así.
Yo no soy homofóbica ni mucho menos, y hasta cierto grado me parece chistoso ver cómo algunos homosexuales platican y eso, pero no sé en qué maldito punto ser choto se relaciona con ser exhibicionista, andar medio desnudo o andar con tanga y nalgas peludas. Horror!! Bueno, en eso momento lo único que pude decir es adiós pensamientos malos y pos a ver el paisaje que había.
Y mira nomás qué me encontré... ¡Dios, por qué nos castigas así! Unos mangazos, pero de esos que le dicen al brad quítate que aquí te voy. Pero no no no, fiu fiu! Pero en fin, no estarían desfilando sólo por apoyo a sus amiguitos “delicados”.
En fin, ya hastiados del panorama y con mucha hambre nos juimos a echarle combustible al cuerpecito a un KFC –nunca más... lo prometo-. De ahí a la casa de Paquito... creí que ya estaba por Puebla, pero no, cuando llegamos todavía era el DF y es que todavía no me acostumbro a las megadistancias que se manejan en la “ciudá”.
En fin, después de unas chelas y un poco de botana, nos dispusimos a echarnos la jeta para levantarnos súper temprano e ir al destino de comida prometido. A las 5 de la mañana fue la parada y después de ponernos guapos y perfumaditos, salimos a la central –otra hora de camino- y de ahí tomar los camiones que nos llevarían a San Juan.
En fin, llegamos, y apenas cuando estábamos conociendo el pueblo, que me viene un malestar estomacal -gracias KFC- que qué bruto... toda mi fauna intestinal estaba en una revolución, todos contra todos o qué se yo, el punto es que me sentía morir... nauseas, dolor, temperatura, corre que te alcanzo... todo se me juntó. ¡Dios, otra vez, ¿por qué?!
Ya ni la fiesta pude disfrutar, sobra decir que ni comí nada de nada, ni siquiera una chelita, tears tears.
Bueno, más mortificada, exhausta, chocada, con agruras que nada, me dispuse a regresar a Cuerna. Para ello llegamos a eso de las 7 y pico de la noche a la central del pueblo y pues después de rogarle a una mona que nos aceptara las credenciales de estudiantes para un viaje directo a Cuernavaca y luego de esperar más de 40 minutos, que nos sale que siempre no... que sólo había 3 lugares en el camión y éramos 6. Mmmm, haberlo dicho no sé... media pinche hora antes y ya estaríamos en camino al DF, pero no... como siempre, los servicios se distinguen por su pendejez falta de calidad... En fin...
Nos lanzamos al DF súper apurados y después de pagarle la millonada a un taxista para que nos llevara como pedo cohete a la Taxqueña, llegamos y nos encontramos con la horrible noticia que ya no había boletos... Hágame usted el recabrón favor!! Ahora sí se ocupa la puntualidad... ¡¿Por qué Dios?, por tercera vez!
Como desesperados buscamos y buscamos unos cochinos boletos pa’ nuestro pueblo y nanai... hasta que un tipo de Estrella Blanca –sí, léanlo Estrella Blanca- nos dijo que nos podíamos ir de contrabando en un autobús que iba a Acapulco y pos ya, nosotros de valientotes que soltamos la lana y lo esperamos en el estacionamiento y 20 minutos después estábamos muy monos sentados en el autobús.
Corte a... 2 minutos y 0 metros después, se oye la voz “masculina” de un mono que se sentó con mi amigo “Yorch” -historia truculenta que no contaré-: “los últimos que se subieron, que se bajen”. ¡Coño! Quesque el supervisor de la línea se dio cuenta y pos como nomás eso no estaba permitido, nos tuvimos que bajar, con 80 pesos menos, pero “nuestra dignidad intacta”, ¡ja!, sí como no...
En fin, para no hacerlo más largo de las 2 cuartillas que ya llevo, tuvimos que dorminos en Taxqueña, en las comodísimas salas, donde a cada hora, cuando apenas estás agarrándole sabor al sueñito, te despiertan porque “van a limpiar”. Mmm, casualidad, de cuando acá tanta higiene.
Ya a las 5 y media tomamos el Pullman y pos 1:30 hora después regresé odiando al DF al tranquilo y ya querido –después de esta experiencia- Cuernavaca...
Pero no conforme con eso... domingo 7 de julio... Tepito nos espera, jijiji...
Bueno... pues esa fue la aventurilla que vivimos... que ahorita que la plasmo no es tan interesante... pero olvidé mencionar a los personajes chilangos que las acompañan, con “alegría” y “amabilidad” –creo que no tengo que aclarar que estoy usando un tono sarcástico-. Pos ya!